José Mª Benito Serra

José Mª Benito Serra

"José Mª Benito Serra mira y escucha con atención, la realidad que le toca en suerte y con su actuar generoso y coherente deja huellas de futuro"

José María Serra Julià, nace el 11 de mayo de 1810 en Mataró (Barcelona), ciudad a la que sus padres se habían trasladado. Buscaban distanciarse del clima inseguro que se vivía en Barcelona, en poder de los franceses, en el contexto de la guerra de la independencia.

 

Es bautizado en la Iglesia de Sta. María, con los nombres José Eudaldo Antonio. El padrino, Francisco de Asís Carreras, es un primo del padre que más adelante será su tutor y quien cuide de José, manteniendo entre ambos, estrecha relación y especial cariño.

 

La infancia del pequeño José pronto se siente afectada por la muerte de los padres, por lo que ya en su niñez se va forjando su capacidad de trabajar, sufrir, emprender y arriesgar que caracterizará toda su vida. Estudia en el Colegio de las Escuelas Pías, en Barcelona, cuya educación era gratuita y, años más tarde, expresará el profundo agradecimiento a sus padres por haberle proporcionado la educación religiosa impartida por los Padres de San José de Calasanz.

 

Concluida su estancia en el colegio, trabaja en un comercio en la C/ de Sombrerers (junto a la Iglesia de Santa María del Mar), donde era muy querido por su laboriosidad, amabilidad y sus actitudes cristianas.

 

Tras una vida como Monje Benedictino, Misionero y Obispo en Australia, y Fundador  junto a Antonia M. de la Misericordia de la Congregación de Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, fallecía el 8 de septiembre de 1886 en Benicasim (Castellón – España). Hoy la familia oblata da continuidad a su sensibilidad social, su talante audaz y su espíritu evangelizador, comprometiéndose para que muchas mujeres sigan encontrando una puerta abierta

 

 

Antonia Mª de Oviedo

"Antonia compartió con las mujeres en prostitución, la buena noticia liberadora del Evangelio, abriendo horizontes de dignidad, esperanza y redención" 

En la ciudad de Laussana (Suiza) viven las hermanas Susana, Sofía y Anita Schönthal que a ejemplo de su madre, dan hospitalidad a personas que la solicitan. En 1812 Antonio de Oviedo, un joven español, es acogido por ellas cuando, tras muchos sinsabores y peripecias, logra llegar a Suiza huyendo de la revolución contra Napoleón.

 

De la acogida surge el amor y Antonio Oviedo, natural de Sevilla y Susana Schönthal de Laussana, contraen matrimonio el 20 de julio de 1819. El nacimiento de Antonia Mª, el 16 de marzo de 1822 en Lausanna, colma de alegría el hogar de los jóvenes esposos y es bautizada a los pocos días, en la capilla de S. Esteban de culto católico. Recibe los nombres de Antonia Mª Victoria Juana.

 

Con 13 años hace la primera comunión, en la Iglesia de la Asunción de Laussana. Es un día significativo que conlleva también dolor, por la ausencia de los padres. Don Antonio había emigrado a Inglaterra para garantizar la economía familiar y tras una larga enfermedad, asistido y acompañado por Doña Susana, fallece en aquel país el 21 de junio de 1835.

 

La influencia de Susana, mujer de exquisita sensibilidad, extensa cultura y profunda fe, es decisiva en la educación y vivencia religiosa de Antonia. Ella recibe en su infancia y juventud una sólida preparación enmarcada en la historia, cultura y geografía de Suiza, su pequeño y querido país, que dejará honda huella en los rasgos de su personalidad.

 

Antonia va creciendo bajo la mirada cariñosa y atenta de su madre, formándose también en un pensionado de Friburgo, donde la elogian por la riqueza de idiomas, sus conocimientos y su comportamiento intachable.

 

Son habilidades que desarrolla a lo largo de su vida y pone al servicio de su faceta como educadora, tanto en palacio como entras las mujeres que, al distanciarse de la prostitución, despliegan todo su potencial. Un encuentro con las mujeres que definirá el resto de su vida y que, insospechadamente, le lleva a ser Fundadora de la Congregación de hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, junto al P. Serra. Su vida es leída por quienes la conocieron y la siguen descubriendo hoy, como referente evangélico y Venerable.

 

 

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